Pero no se me ocurre nada. Nada útil.
Y aún así, no se me van las ganas de escribir.
Como el blog es mío, nadie me paga por mantenerlo y nadie entra aquí por obligación, no tendría por qué preocuparme tanto por lo que pongo o dejo de poner. Pero es que la palabra escrita nunca será lo mismo que la hablada. Uno puede hablar por hablar durante horas. Uno puede romper un silencio diciendo simplemente "pues sí, pues sí". Pero uno no puede romper el blanco de una hoja o de un cuadro de diálogo para escribir frases que no signifiquen nada.
Cualquier espacio en el que uno deba o pueda escribir, produce un respeto que parecen no merecer las personas con las que nos comunicamos oralmente.
Todo lo que yo escriba aquí, lo estoy firmando. Quedará aquí plasmado y siempre será relacionado conmigo. Son palabras mayores.
Tal vez por eso sea peor ponerse a escribir sin tener nada que decir.
Pero, mira, como decía Lope de Vega: "Un soneto me manda hacer Violante,/que en mi vida me he visto en tal aprieto./Catorce versos dicen que es soneto:/burla burlando, van los tres delante".
El no tener nada que escribir ha sido, como suele decir alguien que conozco, una "excusa endeble" para escribir otra vez...
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