Lo que siento por Madrid, alguien podría calificarlo de patriotismo, pero no me gustaría que fuera así. No en el sentido de orgullo patrio, ni de sentirme unida al resto de los madrileños. Sé que lo que siento por Madrid, lo siento porque es mi ciudad. Porque nací aquí y porque mis raíces están aquí. Pero no es orgullo. Es amor.
Hoy la he vuelto a cruzar. Lo hago a menudo, casi siempre en coche, entre semana. De Príncipe Pío a Velázquez, atravesando la Gran Vía, Alcalá... y vuelta a casa por Recoletos. Y nunca me es indiferente.
Amo la luz rosa de su atardecer, el constante movimiento de gentes de buen y mal vivir, las fachadas, los cambios radicales de ambiente con tan sólo torcer la esquina, la sonrisa que emana de cada calle...
Amo Madrid como Eugène Atget amaba París. Discretamente, viviéndola, pero observándola en silencio.
Precisamente, fue volviendo de París cuando me di cuenta de este amor. Volví impresionada por el derroche de belleza de la capital gala. Y, cuando vi de nuevo mi ciudad... me pareció pequeña, modesta, pobre... Y me sentí infiel.
Sin embargo, a menudo necesito irme de aquí. Como dice Sabina en una canción, "de sobra sabes que eres la primera y, sin embargo, un rato cada día, te cambiaría por cualquiera"... Algo así. Porque siempre necesito escaparme un rato de lo que amo.
Sé que amo Madrid como cualquiera ama al lugar donde nació. Pero Madrid se hace difícil de querer... y yo le pongo mucho empeño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario