De dónde sale esto.

En mayo de 2009, fui a Los Ángeles en un viaje de trabajo. Se trataba de asistir a un evento anual al que sólo suelen ir los grandes jefes de ciertas empresas, pero ese año, un "gran jefe" no pudo ir y fui yo, una doña nadie. El blog nació sólo como una forma diferente y barata de comunicarme con mi familia y amigos mientras estaba allí, a 9 horas de distancia temporal. Pero luego, le cogí el gustillo y, aunque ya no estoy allí, sino en Madrid, considero que nuestras vidas son unas grandes súper producciones y que yo, al fin y al cabo, sigo siendo una doña nadie en Hollywood.

jueves, 17 de junio de 2010

Declaración de amor.

No soy patriota. Nunca lo he sido. No me siento orgullosa de ser española. Como tampoco me siento orgullosa de ser castaña. Nací aquí y nací así. Siento lo mismo por un señor de Cuenca que por un señor de Minsk. Así que para mí, la humanidad se divide en dos: la gente que conozco y la que no conozco. Así de simple y así de crudo, pensarán algunos. No es que no sienta dolor cuando un español sufre, que sí lo siento. Pero es el mismo dolor que siento cuando sufre cualquier otro ser humano. La cercanía del dolor, impresiona, pero no duele más. Pero esa es otra cuestión, más extensa, que no es la que quiero tratar aquí hoy, pero que me sirve de introducción.

Lo que siento por Madrid, alguien podría calificarlo de patriotismo, pero no me gustaría que fuera así. No en el sentido de orgullo patrio, ni de sentirme unida al resto de los madrileños. Sé que lo que siento por Madrid, lo siento porque es mi ciudad. Porque nací aquí y porque mis raíces están aquí. Pero no es orgullo. Es amor.

Hoy la he vuelto a cruzar. Lo hago a menudo, casi siempre en coche, entre semana. De Príncipe Pío a Velázquez, atravesando la Gran Vía, Alcalá... y vuelta a casa por Recoletos. Y nunca me es indiferente.

Amo la luz rosa de su atardecer, el constante movimiento de gentes de buen y mal vivir, las fachadas, los cambios radicales de ambiente con tan sólo torcer la esquina, la sonrisa que emana de cada calle...

Amo Madrid como Eugène Atget amaba París. Discretamente, viviéndola, pero observándola en silencio.

Precisamente, fue volviendo de París cuando me di cuenta de este amor. Volví impresionada por el derroche de belleza de la capital gala. Y, cuando vi de nuevo mi ciudad... me pareció pequeña, modesta, pobre... Y me sentí infiel.

Sin embargo, a menudo necesito irme de aquí. Como dice Sabina en una canción, "de sobra sabes que eres la primera y, sin embargo, un rato cada día, te cambiaría por cualquiera"... Algo así. Porque siempre necesito escaparme un rato de lo que amo.

Sé que amo Madrid como cualquiera ama al lugar donde nació. Pero Madrid se hace difícil de querer... y yo le pongo mucho empeño.


No hay comentarios:

Publicar un comentario