De dónde sale esto.

En mayo de 2009, fui a Los Ángeles en un viaje de trabajo. Se trataba de asistir a un evento anual al que sólo suelen ir los grandes jefes de ciertas empresas, pero ese año, un "gran jefe" no pudo ir y fui yo, una doña nadie. El blog nació sólo como una forma diferente y barata de comunicarme con mi familia y amigos mientras estaba allí, a 9 horas de distancia temporal. Pero luego, le cogí el gustillo y, aunque ya no estoy allí, sino en Madrid, considero que nuestras vidas son unas grandes súper producciones y que yo, al fin y al cabo, sigo siendo una doña nadie en Hollywood.

jueves, 24 de junio de 2010

Objetivamente subjetivo.

En mi carrera teníamos una asignatura llamada Realización, que tenía una parte de Historia del Cine. Nos hablaban de las distintas corrientes cinematográficas y entre ellas, estaba la que se conocía como “Kino Glaz” (“cine ojo” en ruso), creada por el documentalista Dziga Vertov. Esta corriente defendía la idea de que la cámara debía ser un ojo que únicamente transmitiera lo que ve, sin juzgar, sin preparar, usando el montaje sólo para unir fragmentos y no como instrumento de lenguaje. La cámara debía ser absolutamente objetiva y rodar lo que ocurriera delante de ella, sin censura y sin tratamiento.

A mí todo aquello me pareció muy bien, salvo por un detalle que discutí con un profesor: algunos de esos documentales, llevaban música. Música “heterodiegética”. Música puesta ahí por el realizador durante el montaje. Y la música anula la objetividad. Porque la música es tremendamente expresiva. Y no es lo mismo que, mientras nos graban, yo te mire y suenen de fondo las Gimnopedias de Satie, que la Quinta de Beethoven. El mensaje es bien distinto en ambos casos.

Es por eso que me saca de quicio la moda que siguen actualmente algunos programas de corte informativo, que añaden música de fondo a sus reportajes. En muchísimos casos, realmente inoportuna.

Me molesta, porque una cosa es poner una musiquita para ambientar una noticia sobre cine, o sobre la Pasarela Cibeles y otra muy distinta ponérsela al testimonio de los familiares de una víctima de malos tratos, o cualquier otra desgracia. En este último caso, me parece una total falta de respeto. Porque, aunque la música tenga un tono dramático o melancólico, la desgracia se está acentuando de una forma bastante teatral, cuando la desgracia en sí misma es más que suficiente para llegar al corazón y despertar la empatía de los televidentes.

Es algo como lo que argumentaba Hitchcock sobre la ausencia de música en su película Los pájaros. Las aves y sus graznidos eran lo suficientemente terroríficos por sí solos.

Defiendo el uso de la música en el documental, porque al fin y al cabo, es una obra “de autor” y cada autor expresa lo que quiere como quiere. En cambio, creo que jamás debería acompañar a un reportaje de actualidad. Por mucho que la objetividad periodística se haya dado ya por perdida, no se debería poner música a una noticia, especialmente si es mala (la noticia, no la música).

Y, hablando de objetividad periodística, me viene a la mente una noticia que leí en el diario El Globo, del año 1914, mientras hacía un trabajo para otra asignatura. Narraba la historia de un timo que había tenido lugar en el Paseo de Recoletos. Una joven sirvienta llamada Victoria, paseaba con un baúl lleno de ropa. Una anciana aparentemente inofensiva que apareció de repente, le pidió un favor: llevar un paquete a la calle Barquillo, porque a ella le fallaban las piernas y no podía llegar hasta allí. A cambio, ella se quedaría allí sentadita, guardándole el baúl, mientras esperaba a que Victoria volviese. Lo que sucedió fue que la anciana huyó con el baúl y todo lo que contenía. Y el periodista, para contar que la sirvienta se dejó engañar, escribió, literalmente: “Victoria, que debe ser más sencilla que una codorniz…”

La objetividad periodística murió hace muchos años, si es que alguna vez llegó a nacer. Pero la música era lo que nos faltaba.

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Y, para finalizar, un tema cinematográfico, que habla de algo tan sencillo como un hombre y una mujer...
Francis Lai – Un Homme Et Une Femme

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