De dónde sale esto.

En mayo de 2009, fui a Los Ángeles en un viaje de trabajo. Se trataba de asistir a un evento anual al que sólo suelen ir los grandes jefes de ciertas empresas, pero ese año, un "gran jefe" no pudo ir y fui yo, una doña nadie. El blog nació sólo como una forma diferente y barata de comunicarme con mi familia y amigos mientras estaba allí, a 9 horas de distancia temporal. Pero luego, le cogí el gustillo y, aunque ya no estoy allí, sino en Madrid, considero que nuestras vidas son unas grandes súper producciones y que yo, al fin y al cabo, sigo siendo una doña nadie en Hollywood.

lunes, 30 de abril de 2012

Gato por liebre.

A no mucho tardar, cumplo 40 años. En este post quiero hablar de la generación de los padres de los que ahora tienen más o menos mi edad. Por supuesto, sólo puedo hablar de lo que conozco, es decir, de personas de un entorno urbano, que no tenían extrema pobreza, ni tampoco nadaban en la abundancia.

Esos padres, no tenían estudios superiores. Muchos, trabajaban en su adolescencia, no para pagarse unas copas o un vestido de última moda, sino para entregar el dinero en casa y colaborar con una economía doméstica mermada por la posguerra. Sus padres vivían en casas de alquiler de renta antigua en las ciudades, o tenían un pequeño patrimonio en sus pueblos natales. Es decir, ayudaban a mantener a sus progenitores y quizás a sus hermanos menores.

Normalmente, esta situación se mantenía hasta que se casaban. Y, al poco de casarse, formaban una familia. Y, así, dejaron de entregar todo el dinero a sus padres y empezaron a dárselo a sus hijos.

Es una generación que ha tenido muy poco tiempo y dinero para ellos mismos. Pero, por otra parte, es probablemente la única generación de clase media que ha podido generar un patrimonio. Y lo hicieron de una manera que hoy en día, parece de ciencia-ficción.

Muchas familias de cuatro miembros se mantenían con un sólo sueldo, con el que pagaban una hipoteca con intereses desorbitados, a plazos máximos de 10 ó 15 años. Sus hijos hemos ido al colegio, hemos pasado vacaciones en la playa, en las que viajábamos en coches humildes, sin aire acondicionado y cargados de maletas, por carreteras de doble sentido. Hemos podido acceder a estudios universitarios y actividades extraescolares. Nos han alimentado con comida casera y hemos disfrutado de una infancia segura, jugando en las calles de nuestros barrios.

Y, nosotros, que gracias a ellos, tenemos una preparación y un respaldo, hemos salido perdiendo. Porque el mundo nos ha dado gato por liebre. Nos lo ha dado y nosotros nos lo hemos comido muy gratamente.

Ellos no tenían alta tecnología en casa. Tampoco compraban ropa todos los meses. No salían cuatro noches a la semana, ni siquiera a hacer botellón. No viajaban al extranjero. La Coca-cola y la Fanta se compraba para los cumpleaños y reuniones familiares. Pero tenían una casa pagada en un tiempo razonable, salían al campo de picnic, tomaban el aperitivo, compraban el periódico, de vez en cuando iban al cine y muchos tenían un trabajo fijo en empresas en las que trabajaron toda su vida, hasta la jubilación. Y, encima, algunos pudieron adquirir un chalet en los alrededores, con el boom de la segunda vivienda de principios de los 80.

Sus esfuerzos, merecieron la pena. Tenían las necesidades básicas cubiertas y algunas cosas más.

Y ahora tenemos el iPhone, una tele plana con un montón de canales, estrenamos a menudo ropa de Zara, H&M o Stradivarius, compramos billetes low cost para visitar Australia, Roma o Nueva York, salimos de copas, hacemos escapadas rurales... Pero muchos no pueden acceder a una vivienda y, los que lo hacen, se encadenan a un banco con letras desorbitadas que acabarán de pagarse en 2040. En las casas afortunadas entran dos sueldos, más bien precarios y ahora ya, temporales, a merced de los designios que marque la empresa de turno. Hoy tienes trabajo, mañana quién sabe.

La sociedad se enriqueció, tal vez, tanto, que ahora sólo nos queda perder.

Puede que nuestros padres tuvieran menos estudios que nosotros, pero seguramente aprendieron más de la vida.