De dónde sale esto.

En mayo de 2009, fui a Los Ángeles en un viaje de trabajo. Se trataba de asistir a un evento anual al que sólo suelen ir los grandes jefes de ciertas empresas, pero ese año, un "gran jefe" no pudo ir y fui yo, una doña nadie. El blog nació sólo como una forma diferente y barata de comunicarme con mi familia y amigos mientras estaba allí, a 9 horas de distancia temporal. Pero luego, le cogí el gustillo y, aunque ya no estoy allí, sino en Madrid, considero que nuestras vidas son unas grandes súper producciones y que yo, al fin y al cabo, sigo siendo una doña nadie en Hollywood.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Adultos.

Cuando era pequeña, suponía que llegaría un momento en el que inevitablemente dejaría de hacer las cosas que solía hacer entonces. De alguna manera, era consciente de mi propia niñez o adolescencia o primera juventud y pensaba que ciertos comportamientos, costumbres, pensamientos y apetencias, desaparecerían con la edad, cuando llegara el momento. Simplemente, suponía que la madurez borraba de un plumazo todo aquello, igual que se abandona el chupete, los vestidos de nido de abeja, los calcetines de perlé o el instituto.

Pero no es así. Yo tenía idealizada a la madurez. Y ahora, que tengo edad más que de sobra para ser madura, veo que, en realidad, es un estado casi utópico. Más que nada porque no conozco prácticamente a nadie realmente "maduro".

Me sorprende, extrañamente, que sigamos siendo imprudentes algunos, ingenuos otros, inseguros la mayoría. Pero más me sorprende aún la preocupante abundancia de comportamientos infantiles en personas adultas: siguen existiendo los chivatos, los maleducados, los malotes, los que se cogen un berrinche por cualquier cosa, los que "chinchan" al prójimo todo lo que pueden...

No hay más que observarlo en el escaparate más visible de este mercadillo: la tele. La actitud de los políticos es de patio de colegio. Aunque usen frases más complicadas que "no te ajunto" o "a la profe que vas ahora mismo". Por no mencionar el comportamiento de individuos varios en ciertos programas de sobremesa o prime time.

Y eso me crea una desazón indescriptible... porque me siento, en cierta forma, desamparada. Desilusionada. Yo pensé que la edad adulta estaba llena de personas inteligentes, de gente a la que admirar realmente, de personas tranquilas de espíritu, limpias de conciencia, que tendían a restar importancia a las cosas que realmente no tienen importancia, que relativizaban con facilidad... Pero no, seguimos siendo niños y estamos solos, sin adultos.

No digo que todo el mundo sea así. Tampoco digo que yo no sea así. Pero es triste que los niños hagan preguntas a las que no podemos contestar, es triste que ellos suelan tener más razón que los adultos y luego, con la edad... a menudo abandonen esa lógica tan aplastante que siempre tienen las miradas vírgenes.
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A pesar de todo, un bello tema para esta noche...
Happiness - Rodrigo Leão