Casi me había acostumbrado a escribir, al menos, día sí y día no. Por mí, lo haría todos los días. Pero, a veces no se puede porque no sale nada de nada. En ocasiones porque no hay nada de nada y en ocasiones, porque hay demasiado, pero no para escribirlo.
Así es que, como también escribí este sábado, para ser constante, al menos, hoy dejo una canción y alguna reflexión sobre ella.
No es habitual que algo te pueda cambiar el estado de ánimo por completo, súbitamente y sólo con unas notas de piano, seguidas de algo que a mí, por lo que sea... me parece perfecto. Simplemente, porque me remueve el pecho y me provoca palpitaciones que no reconozco.
Cada vez que oigo este tema, da igual cómo me sienta en ese momento, da igual lo que suceda a mi alrededor. Indefectiblemente, se me cierra la garganta y rompo a llorar.
Por eso, no sé si amo esta canción. Porque se supone que lo que amas te hace feliz y Llevo Tu Voz sólo me provoca un llanto tremendamente apasionado. Algo muy especial. Una fusión mágica entre música y letra.
No tiene por qué gustarle a todo el mundo. Sólo estoy hablando de mí.
Por desgracia, no la encuentro en Spotify, pero sí en Youtube.
http://www.youtube.com/watch?v=U5t-brCS1tU
De dónde sale esto.
En mayo de 2009, fui a Los Ángeles en un viaje de trabajo. Se trataba de asistir a un evento anual al que sólo suelen ir los grandes jefes de ciertas empresas, pero ese año, un "gran jefe" no pudo ir y fui yo, una doña nadie. El blog nació sólo como una forma diferente y barata de comunicarme con mi familia y amigos mientras estaba allí, a 9 horas de distancia temporal. Pero luego, le cogí el gustillo y, aunque ya no estoy allí, sino en Madrid, considero que nuestras vidas son unas grandes súper producciones y que yo, al fin y al cabo, sigo siendo una doña nadie en Hollywood.
lunes, 12 de julio de 2010
sábado, 10 de julio de 2010
Mucho lío.
El otro día, una persona que me parece muy inteligente, en cierto contexto, me dijo que esa tarde veía a todo el mundo muy agobiado en el trabajo y que no lo entendía.
Es que está de moda. Es lo más. ¿Tú no estás agobiado? ¡Uf! Entonces, estás totalmente out. ¿No lees el In Style? En el número de este mes, lo dice claramente: este año se llevan los botines peep-toe, los clutch bags serán un must, y no podrás pasar sin estar realmente agobiado en tu trabajo.
Porque, si tienes tiempo para hacer una llamada personal, si no caminas rápidamente por los pasillos de tu empresa, con un café de máquina en una mano y un montón de carpetas en la otra, mientras vas dejando recados a tu paso al resto de empleados y tus subordinados te persiguen a duras penas, (como en tooooodas las series americanas), si vuelves a casa con una sonrisa y con la tensión baja, si sabes a qué hora vas a salir... no eres un profesional de hoy.
Hace unas semanas, quedamos 3 ó 4 parejas para salir. En cuanto nos vimos, empezamos a preguntarnos unos a otros qué tal nuestras vidas. El diálogo que más oí repetir era algo así: "¿Qué tal todo?", "Uf, liadísima, pero bueno". El novio de una amiga mía, se acercó a saludarme y me dijo, directamente: "¿Y tú qué tal? Hasta arriba, como todos ¿no?" Y yo contesté: "Pues... no, la verdad es que no". "¿Sí? ¡Pues mira que es raro!". Y el caso, es que no me lo dijo ni con admiración, ni con alegría por mí. Me lo dijo con incredulidad y, yo diría que, con cierto cabreo. Como si yo me hubiera querido tirar un farol e ir de "diferente" por la vida.
Atravesamos una época muy complicada. Las empresas han perdido dinero, pero muchas quieren seguir manteniendo unos recursos humanos que no dan abasto. Exigen a sus empleados horarios inhumanos a ritmos frenéticos con sueldos raquíticos. Y casi nadie dice que no. Porque decirlo es también decir no a la comida de los niños, a la letra de la hipoteca y al agua corriente.
Por desgracia, conozco directamente varios casos de personas literalmente angustiadas con sus condiciones laborales.
Pero también hay un perfil que abunda mucho en el mundo empresarial y es el del profesional felizmente agobiado. Y son ellos los que ponen de moda el estar liado, estresado y sin tiempo para una vida personal. Hay gente que no se cree un buen profesional si no sale a las 10, si no se enfada un par de veces al día o si le sobran diez minutos para buscarse un hotelito por Internet para el finde.
Hemos visto todos muchas pelis. Aunque no sé de dónde hemos sacado el tiempo...
----------
Me trae recuerdos de la primera vez que la escuché, sentada en el suelo de mi habitación y apoyada en la puerta del armario, alguna tarde del 88.
Una canción que me gusta de un grupo que no me gusta.
martes, 6 de julio de 2010
La devota del demonio.
I
¡Dios mío, esto es horroroso!
Señor cura, vengo muerta...
No puedo ni hablar... ¡me ahogo!
- Vamos, vamos, hija mía,
repóngase usted un poco,
y diga qué le sucede,
por si remediarlo logro.
No se desconsuele, fíe
en Dios todopoderoso,
que Él sabe dar a sus hijos
el consuelo para todo.
- Padre, lo que a mí me pasa
le va a usted a llenar de asombro;
ni se ha visto, ni ha de verse
in secula seculorum.
Usted sabe que mi chica,
mi Pilar, aquel pimpollo
que con su fervor cristiano
daba ejemplo a los devotos;
a quien las leyes divinas
predicábamos nosotros,
y ver lo que aprovechaban
en ella nos daba gozo;
aquella a quien yo creía
ver en el martirologio,
y en el cielo completando
de las vírgenes el coro...
- ¿Qué le ha sucedido? ¡Acabe!
- ¡Qué vergüenza! ¡Qué bochorno!
- ¿Qué es?
- Pues... que se ha dado al diablo.
- ¡Ánimas del purgatorio!
¡Qué dice usted, hija mía!
No es creíble...
- Yo tampoco
lo hubiera nunca creído
a no verlo por mis ojos.
Sabe usted que ella tenía
un San Miguel muy hermoso,
regalo que le hizo ha tiempo
su tío el señor canónigo.
El santo era de madera,
¡y estaba tan bien... tan propio,
con su coraza de plata
y sus zapatitos de oro!...
Y tenía acoquinado
bajo sus pies al demonio,
que de vergüenza y de rabia
hacía un gesto espantoso.
Ella le rezaba mucho,
y se gastaba no poco
aceite para la lámpara,
que compró con sus ahorros.
Noté que hace poco tiempo
dejó de rezar, de pronto,
y que el pobrecito santo
estaba a oscuras y solo.
Al vestirme esta mañana,
vi luz en su dormitorio,
que es en donde tiene el santo,
y pensé morir de gozo.
Entré... y ¡qué dirá usted, Padre,
que vi! ¡Pues vi el santo roto,
hecho trizas en el suelo,
y a la niña... ¡es horroroso!
¡de rodillas y rezando
devotamente al demonio,
que estaba bajo la lámpara,
entre dos cirios muy gordos!
- Tráigame usted a esa chica;
yo la hablaré y me propongo
que vuelva por el camino
que la enseñamos nosotros.
II
- ¿Que por qué le rezo al diablo?
Padre, ¡no le he de rezar!
¡pues qué! ¿no le rezan todas
las muchachas de mi edad?
- ¡Qué han de rezarle!
- No sé;
más lo podría jurar,
que sé muy bien de las ideas
de las chicas de mi igual.
A mí me gusta lucir;
a mí me gusta bailar,
y, sobre todo me gusta
ir a la huerta con Juan.
Pero usted, como mi madre,
a todas horas está
diciendo que esas son cosas
que me inspira Satanás...
Si a él le debo inspiraciones
que tanto gusto me dan,
¡dígame usted, señor cura
a quién tengo que rezar!...
José Estremera y Cuenca, 29 de octubre de 1893.
Editado originalmente en el número 18 de la revista semanal La Gran Vía.
Editado originalmente en el número 18 de la revista semanal La Gran Vía.
lunes, 5 de julio de 2010
Pensando en voz alta.
"Lo que eres me distrae de lo que dices".
"Lo que eres"... Ser...
Si yo pienso que soy simpática, pero, en cambio, tú siempre has pensado que soy más bien borde... ¿lo soy o no lo soy?
¿Somos lo que creemos que somos? ¿Somos lo que parecemos? ¿O somos lo que somos por estadística? Es decir... ¿somos "algo" porque la mayoría piensa que lo somos?
La belleza, por ejemplo, es subjetiva, está claro. A mí nunca me ha gustado Brad Pitt. No me parece guapo. En cambio, Jeremy Irons me parece el colmo de la belleza masculina. En estos casos, uno es lo que parece ser, a ojos de los demás.
Pero... ¿sucede lo mismo con el resto de cualidades? ¿Eres inteligente porque yo pienso que lo eres? ¿Eres agradable porque yo pienso que lo eres?
"Ser" es una buena base. Pero "parecer" es la clave.
Y, a veces, "parecer" pesa mucho. A veces, la gente te etiqueta y llegas a sentirte obligado a no decepcionar. O lo contrario... tienes que pasarte la vida esforzándote por dejar de parecer lo que no eres. ¿Lo que tú piensas que no eres?
Yo me paso la vida intentando convencer a los que me "conocen" de que soy fuerte. Porque yo creo que lo soy. Y no les convenzo. Me siguen creyendo débil. ¿Quién está en lo cierto? Creen que soy débil porque me caigo muchas veces. Yo creo que soy fuerte porque me levanto siempre.
Bah... son sólo unas cuantas frases de filosofía barata... No sé si me alcanza para una más cara, la verdad.
Pero me paro a pensar si merece más la pena esforzarse en "parecer" que en "ser"...
Últimamente estoy demasiado seria escribiendo. Cuando se me pase lo que me pasa, probablemente vuelva a textos más "dicharacheros". Ya os lo comunicaré. Por escrito.
----------
Nunca he puesto nada de uno de los hombres más importantes de mi vida académica: mi profesor de inglés. Con una canción que siempre me ha traído recuerdos de algo que aún no he vivido...
domingo, 4 de julio de 2010
Realidades.
Anoche, por circunstancias sociales, conocimos a un grupo de personas bastante interesantes, todas ellas, médicos. Siempre me ha llamado la atención una cosa respecto a los médicos. A pesar de haber estudiado una carrera basada en la ciencia, casi todos tienen un perfil más humanístico que científico. He conocido a unos cuantos y suelen ser amantes y profundos conocedores del arte, de las letras, de la filosofía... De hecho, en mi promoción de Ciencias de la Imagen, los pocos "rebotados" que venían de otras facultades, solían ser de Medicina.
En fin, de lo que quiero hablar es de un asunto que comentó una de esas personas, a propósito de una charla que teníamos sobre la necesidad de conocer las cosas antes de juzgarlas.
Nos contó que había leído un interesante artículo en El País en el que se decía que las oposiciones a juez eran tan duras y tan largas, que exigían plena dedicación durante demasiados años, por lo que los jueces comenzaban a ejercer alrededor de los 30 años, pero sin apenas haber "vivido". Y que era bastante difícil juzgar temas de la realidad social, cuando no se conoce bien esa realidad social.
He buscado en Internet y, sorprendentemente, he dado con el artículo, que resulta tener unos cuantos años. Os lo dejo aquí, por si queréis profundizar algo más: http://www20.gencat.cat/docs/Justicia/Documents/ARXIUS/doc_23906164_1.pdf
Cuando nos contó aquello, todos le dimos la razón, bien de palabra, bien con omisión de palabra (fue mi caso). Me callé, porque no tenía suficiente confianza y, tampoco me pareció el momento adecuado de abrir un debate. Pero sí abrí un debate en mi interior. Primero, porque no creo que se pueda generalizar así, por las buenas, sobre todo el que oposita a juez.
Efectivamente, requiere largos años cargados de largas horas de estudio. Pero no todo el que hinca los codos lo hace como un autómata. Hay mucha gente que no sólo estudia libros, sino que también devora periódicos y va por la vida con los ojos y los oídos muy abiertos. Y no siempre se aprende de la propia experiencia. Hay personas que llevan una vida muy desgraciada, gente que vive al límite, gente que comete errores, uno detrás de otro y no aprende nada. Y hay otro tipo de gente que aprende de experiencias ajenas. Gente que es capaz de ponerse en el lugar de los demás. Y no nos olvidemos del sentido común: si tienes la suerte de poseerlo, llevas mucho ganado. La universidad de la calle tiene el mismo índice de suspensos que la Complutense, porque todo depende del interés que ponga el estudiante.
¿Sabe más el diablo por viejo que por diablo? No lo creo. Hay miles de viejos que han pasado por la vida sin enterarse de nada. Y posiblemente el diablo lleve bastante aprendido desde pequeñito.
Por otro lado... ¿eres más justo cuando conoces la realidad social? Creo que, a lo que se debería exigir más conocimiento de la realidad social es a las leyes en sí mismas. Los jueces están ahí para interpretarlas, es cierto, pero a veces, se tienen que ajustar a unas leyes que resultan injustas. Además, la interpretación siempre será subjetiva y no cabe la subjetividad en la justicia. Porque tener el título de juez, no implica ser, ni emocionalmente inteligente, ni estar en posesión de la verdad absoluta. Idealmente, debería ser así, pero... la verdad absoluta no existe. Por eso, es imposible aspirar a una justicia divina, cuando está diseñada por humanos.
Además, ¿qué es conocer la realidad social? Por mucho que vivamos, sólo conocemos nuestra propia realidad. La que elijamos conocer. La madre de un drogadicto conoce su realidad, pero no la del juez que ha tardado quince años en conseguir su plaza. No es más conocedor de la realidad el que convive con la pobreza, la prostitución, las drogas, la mendicidad, que el que divide su año entre un yate, una isla del Pacífico y varias estancias en el Ritz.
Lo único que se le puede exigir a un juez es el sentido común, algo que no se adquiere ni buscando entre las páginas de los libros de Derecho, ni paseando entre los charcos y las jeringuillas de la Cañada Real Galiana.
---------
Me gusta:
viernes, 2 de julio de 2010
Blablabla.
Pensé que esto no lo iba a decir nunca: ya estoy en casa. Me he descalzado, me he quitado las lentillas, me he puesto las gafas, he abierto un botellín de cerveza y, mientras empieza la noche del viernes, me relajo soltando por los dedos toda la tensión de una semana larga, muy larga.
Algunos ya sabéis que suelo decir que siempre he visto mi vida como una serie y que cada día, es un capítulo nuevo, autoconclusivo. Pero en este caso, el capítulo ha durado cinco largos días. Muy largos. El martes, me pasé el día pensando que era jueves... así que...
Voy por un cigarro. No debería, ya lo sé... Pero voy.
Bueno, a lo que vamos. Esta ha sido una semana de las que debería guardarme en el cajón de la mesilla y luego, abrirlo de vez en cuando para recordarla. Una semana dura, sobre todo por dentro. Pero una semana en la que he "reaprendido" algo que debería asimilar de una vez por todas: hay que hablar.
Yo hablo, hablo, hablo sin parar. Pero muchas veces, no digo. Relleno silencios. Pero no digo. Y de no decir, mi cabeza se llena, hasta rebosar, de pensamientos que acumulo y que se vuelven mohosos, putrefactos...
Suelo decir las cosas buenas. A la gente que quiero, le digo que la quiero. Si estás guapo, te lo digo al instante. Si me haces reír, te río. Pero las cosas que me hacen daño, las escondo en un rincón. Y todos los rincones tienen limitada su capacidad. Hay que vaciar los cajones cuando se llenan. Cuando los cierras, presionándolos con todas tus fuerzas, pero aún así, asoman los calcetines...
Y eso es lo que he hecho. Y eso es lo que debería hacer todos los días. Vaciar los cajones.
Tengo que escribir 100 veces "no me callaré cuando me hagas daño".
Es parte del proceso de aceptación de uno mismo. Tener el valor de decir.
----------
Hoy, dos temas. Porque me da la gana.
El primero, por todo, pero principalmente, por su letra. Porque dibuja mi interior de esta semana:
El segundo, porque es muy, muy bello y reapareció anoche en mi vida. A mí me gustaría sonar así:
miércoles, 30 de junio de 2010
Méritos.
Voy a decir algo extraño, poco políticamente correcto, mal visto: casi nadie tiene mérito.
Es un comentario un poco radical y conviene matizarlo, claro está. Pero me baso en que casi todo lo que hacemos por voluntad propia, lo hacemos porque, o se nos da bien, o nos hace felices.
Todo el mundo dirá que cómo se me ocurre decir que, por ejemplo, lo que hizo Teresa de Calcuta, no tuvo mérito. Pues bien... yo creo que no lo tuvo. Porque estoy convencida que lo hacía porque le salía de dentro, porque hacerlo, le hacía increíblemente feliz. Esa gran mujer tenía la inmensa suerte de ser profundamente bondadosa. Tenía la suerte de que una fuerza enorme que nacía de lo más profundo de su ser, le llevara a ayudar a los más necesitados y luchara contra lo que fuera por conseguirlo. Y estoy segura de que todas las noches se acostaba con una paz tremenda y con una felicidad en el corazón que muy pocos pueden llegar a sentir. Ella era digna de admiración por ser así... pero lo que hizo, en el fondo, no le provocó sufrimiento.
Se me está malinterpretando, seguro. Porque es difícil de explicar. Esta noche me he atrevido con un tema un poco delicado...
Lo que uno hace por vocación, por ilusión, porque ama lo que hace... no requiere esfuerzo. Está claro que muchas cosas conllevan mucho trabajo, muchos sinsabores, muchas energías físicas o mentales... pero cuando las haces porque quieres, porque deseas hacerlas de corazón... el esfuerzo es mucho más liviano.
El mérito consiste, a mi humilde modo de ver, en hacer cosas que no te gusten, que te resulten pesadas, desagradables, pero que, a pesar de no tener más remedio que hacerlas, las aguantes estoicamente y hasta con una sonrisa.
¿Sigo sin explicarme? Tal vez no debería haberme metido en este berenjenal...
Pero todo lo que hagas porque te hace feliz, o por amor... te resta méritos.
Cantar bien no es un mérito. Es una suerte genética. Igual que ser un gran deportista. O hacer raíces cuadradas con decimales y sin calculadora. O tener unos ojazos.
Todos hemos nacido con un don o dos. Y potenciar esos dones es algo placentero, algo que no nos cuesta.
Una vez tuve que tomar la decisión de acabar con algo que no me estaba haciendo feliz. Varias personas me dijeron que había sido muy valiente. Yo siempre pensé que lo valiente habría sido continuar con ello, porque tomar la decisión de acabarlo iba a hacerme feliz y ser feliz es mucho más fácil. ¡Se lleva muchísimo mejor!
No digo que no haya que admirar a la gente. Pero creo que hay que admirarles por tener la suerte de ser como son.
----------
Esta noche, cuando volvía de tomarme algo con una excelente amiga y mejor persona, en el coche de al lado, alguien con muy buen gusto escuchaba esta canción, que resulta ser mi bolero favorito... y que yo, por suerte genética, canto también muy bien (ja).
Suscribirse a:
Entradas (Atom)