De dónde sale esto.

En mayo de 2009, fui a Los Ángeles en un viaje de trabajo. Se trataba de asistir a un evento anual al que sólo suelen ir los grandes jefes de ciertas empresas, pero ese año, un "gran jefe" no pudo ir y fui yo, una doña nadie. El blog nació sólo como una forma diferente y barata de comunicarme con mi familia y amigos mientras estaba allí, a 9 horas de distancia temporal. Pero luego, le cogí el gustillo y, aunque ya no estoy allí, sino en Madrid, considero que nuestras vidas son unas grandes súper producciones y que yo, al fin y al cabo, sigo siendo una doña nadie en Hollywood.

jueves, 6 de agosto de 2015

Ruta por Francia II. Las playas del Desembarco de Normandía.

En el post anterior se me olvidó comentar una cosa importante si viajáis en coche por Francia y es lo referente al precio de combustible. La diferencia entre repostar en una u otra gasolinera puede ser (no es una exageración) de 23 céntimos por litro. Mi coche es diésel, así que es el dato que os proporciono. En autopista, las estaciones de servicio suelen ser Total, Avia, Shell o Esso, entre otras. Sus precios por litro varían de una zona del país a otra, pero actualmente oscilan entre 1,29 €/l. y 1.33 €/l. (el gasóleo normal, no suelen tener uno normal y otro plus en todas). En cambio, en cuanto salgáis a carreteras secundarias y a zonas urbanas, el precio baja ostensiblemente, incluso en las mismas marcas de gasolinera, pero lo recomendable, salvo que seáis muy puristas con el tema del combustible, es que busquéis un Intermarché, un E. Leclerc, un Auchan o un Carrefour, cualquier hipermercado, pues allí el precio del gasóleo por litro va de 1.10 a 1,20 €/l.

Muchas gasolineras tienen un horario restringido, pero suelen tener un datáfono incorporado en los surtidores para pagar con tarjeta de pin. Os recomiendo usar una de crédito, pues las de débito a veces son rechazadas.

Para consultar el precio del carburante, sea cual sea el que uséis y dondequiera que vayáis, esta es la página oficial de los precios de carburantes en Francia, donde aparecen todas las gasolineras. Está en francés, pero se entiende bastante bien.

Bien, vamos con la visita turística.

Por la mañanita nos fuimos a Longues-sur-Mer a ver las baterías alemanas. Los más enteradillos sabréis que no estoy hablando de las Müller, porque esas son para cocinar. Estas eran para freír, pero para freír a los barcos aliados a cañonazos. Formaba parte del Muro Atlántico de la defensa alemana. Quedan las 4 originales, entre las playas de Omaha y Gold, aunque cada una con diversos daños. Es muy interesante visitarlo. Se puede aparcar junto a una oficina de turismo y la entrada es gratuita. Salvo que os encante recrearos, en una media hora o 40 minutos lo habréis visto con calma. Más información, aquí: Baterías alemanas de Longues-sur-Mer.

Después, nos acercamos a Arromanches-les-Bains, que está al ladito de Longues. Al llegar a ese pueblecito costero, pequeño, pero de construcciones bonitas y cuidadas, parece imposible imaginar el aspecto que presentaba en junio de 1944. Es la principal localidad de la playa Gold, donde desembarcaron los británicos y donde se construyó el impresionante puerto artificial para transportar armamento, entre otras cosas, desde los barcos a la playa. Se conservan varias piezas de aquel puerto artificial, justo en el lugar donde se construyeron, pero ahora pobladas de moluscos y algas. Otorgan un aire extraño a la playa y resultan de lo más fotogénico, aunque ponen los pelos de punta...

Restos del puerto artificial de la playa Gold.

En Arromanches hay también un museo dedicado al desembarco, pero encontramos más interesante y curiosa una tiendecita de piezas antiguas y originales de la época. Vendían cascos de soldados aliados y alemanes, insignias, casquillos, abrigos, botas, máscaras antigás, pistolas, paquetes de tabaco, tubitos de morfina inyectable. Lo que se os ocurra. Precios algo inalcanzables, pero perfectos para coleccionistas y apasionados del tema. Por ejemplo, un casco alemán, unos 700€. Esta es su página web: Arromanches Militaria.

La siguiente parada fue Colleville-sur-Mer, para visitar el archiconocido cementerio americano, situado cerca de la playa de Omaha. La primera impresión que me dio al llegar allí es que estábamos en Estados Unidos. Su disposición, en cierto modo, puede recordar a la explanada del Mall de Washington, entre el Capitolio y el Monumento a Lincoln. Es un terreno cedido por Francia en perpetuidad a Estados Unidos, gobierno por el que es administrado. Allí hay enterrados más de nueve mil soldados caídos en la II Guerra Mundial, bajo cruces y estrellas de David blancas, con el nombre del soldado, el estado de nacimiento y la fecha de fallecimiento. En el caso de los soldados desconocidos figura la inscripción: "Here rests in honored glory a comrade in arms, known but to God" ("Aquí descansa con honor y gloria un camarada de armas, conocido sólo por Dios"). Todo el recinto da una sensación de homenaje, de respeto, pero con la solemnidad que los americanos dan a todos sus actos. Es grandilocuente pero austero. Sorprende ver a mucha gente trabajando en él, especialmente jardineros, que mantienen el césped inmaculado y las flores perfectamente cuidadas. 

Había muchos turistas visitándolo, lógicamente muchos de ellos americanos. La entrada es gratuita y dispone de gran cantidad de aparcamiento.

Después nos desplazamos más al oeste, para visitar el Pointe du Hoc. Se trata de una zona sobre un acantilado en el que los Rangers libraron una batalla bastante dura contra los alemanes para hacerse con la artillería que éstos habían situado allí. Impresiona la gran cantidad de cráteres de enorme tamaño que produjeron los bombardeos aliados previos al ataque por tierra. También quedan restos de baterías y de búnkers, a los que se puede acceder libremente. En las paredes aún perduran cientos de balazos. También hay restos de alambradas. La entrada es libre y gratuita y, el día que fuimos había infinidad de turistas. A estos sitios es aconsejable ir a partir de las 6 de la tarde, hora que parece muy tardía para el resto de Europa, que ya están preparándose para cenar.

A continuación nos dirigimos al cementerio alemán, en La Cambe. A pesar de acoger las tumbas de más de 21.000 militares alemanes, es muchísimo más pequeño que el americano. Antes de entrar hay dos cámaras que contienen información sobre el sitio y una de las cosas que más llamaron mi atención fue que hacían especial hincapié en que muchos de esos soldados murieron por una causa en la que no creían. Para mí es esencial tener este hecho en cuenta, porque no se trata de un cementerio exclusivamente nazi. El ambiente de este lugar es completamente distinto al americano. A mí personalmente me transmitió una mezcla de tristeza y vergüenza. Se inauguró en 1961. Bajo cada cruz, situada a modo de baldosa en el suelo, yace un mínimo de dos soldados. En ellas pone el nombre, el grado militar y las fechas de nacimiento y muerte. Hombres de todas las edades, algunos sorprendentemente jóvenes y otros sorprendentemente mayores. Si el soldado es desconocido, simplemente pone: "Ein deutscher Soldat" o "Zwei deutsche Soldaten" ("Un soldado alemán" o "Dos soldados alemanes"). Frase que contrasta enormemente con la inscripción de las cruces americanas. Fue una de las visitas que más me gustó. Y apenas había turistas allí...

Para acabar el día nos fuimos a la playa de Omaha. En julio anochece muy tarde en Normandía. No es noche cerrada hasta casi las 23:30. Llegamos a la playa sobre las nueve de la noche, poco antes del atardecer. Cuando la marea está alta, la Playa de Omaha tiene poco más de 30 metros hasta la orilla, pero llegamos con la marea baja y según lo que he podido comprobar, la distancia de la entrada de la playa a la línea del mar es de hasta 274 metros. Pensábamos que exagerábamos cuando calculamos que serían unos 200 metros, pero resulta que no. Fue precisamente esa enorme anchura la que costó la vida de tantos americanos en el desembarco. Tiene 8 kilómetros de larga y no es la más grande de las cinco playas del desembarco. Verla al atardecer, sin turistas (apenas 10 personas en lo que alcanzaba la vista), fue un momento de esos para recordar. Aunque allí no hubiera pasado nada en toda su historia, la visita merecería la pena igual, por la impresionante belleza del entorno. Si vais, procurad evitar la mañana y las horas de marea baja, porque se llena de visitantes y de bañistas.

A la mañana siguiente emprendimos ruta hacia el interior de Normandía, hacia el noreste, para visitar Ruán, pero por el camino paramos a ver el Pegasus Bridge, puente protagonista de una importante y estratégica victoria británica. Se encuentra dentro de un museo, el Memorial Pegasus. La entrada cuesta 7€ para los adultos y, aparte del puente, contiene interesante material, especialmente del ejército británico.

La comida la disfrutamos en Honfleur, un precioso y curiosísimo pueblo pesquero muy atractivo para el turismo. La arquitectura es muy llamativa: casas muy estrechas, prácticamente apoyadas unas junto a otras, sobre el puerto y pequeños edificios medievales, renacentistas, barrocos y románticos compartiendo acera en la misma calle. Otro lugar perfecto para unas moules frites, o para tomar un kir, cóctel típico francés compuesto por vino blanco y licor de cassis, una especie de arándano negro. Si la mezcla es con champán, se llama kir royal y a mí personalmente me gusta más por el toque burbujeante. Lo sirven de aperitivo. Si allí veis en la carta "aperitifs", esperad un licor, no como yo, que la primera vez pensé que me iban a traer unas aceitunas. El precio ronda los 6€.

Ración de moules frites.

Esa zona de Normandía da para muchísimo más, sobre todo para los interesados en la historia. Hay multitud de museos y memoriales. Además, las ciudades de Bayeux y de Caen (que pude visitar en un viaje previo) tienen un gran interés artístico.

Mañana continuamos con Ruán y los acantilados de Étretat.

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