Después de ver esto, Callao y la Gran Vía me parecerá demasiado tranquilo... hasta soso. Un increíble maremagnum de luz, ruido, olores, razas, música, flashes, tiendas, coches, policías... Y nuestro hotel está en medio de todo eso. O encima de todo eso. Estamos en la planta 48, justo sobre Broadway:
Aquí hemos despertado este mediodía, después de una larga noche de cervezas en el Soho en compañía de una amiga de Madrid y su hermano. Nos hemos desperezado con un brunch a base de chocolate con nata y tostadas francesas, con pasas, queso crema y fresas, en un "diner" de la 7ª Avenida.
Por la tarde, hemos ido al B.B. King Club, en la 42, a ver al Harlem Gospel Choir, mientras tomábamos queso y frutas con una copita de champán californiano. Y ya puedo decir que me he subido a los escenarios de Broadway, porque el presentador del evento, Allen Bailey, me ha hecho decir unas palabritas (en inglés), ahí arriba, con él y con el resto del coro. A cambio de la vergüenza que me ha hecho pasar, me ha regalado un cd firmado por todo el grupo. Me he sentido un poco como cuando era pequeña e iba a las fiestas de la empresa de mi padre, y los Reyes Magos me sentaban con ellos y me daban una Nancy, o el juego de El Palé...
Día tras día, cambio de opinión sobre esta ciudad. Y creo que la conclusión definitiva es que me gusta. Que es entretenida, contradictoria, incansable... Y que tiene música por todas partes. Y eso ya es mucho.
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