De dónde sale esto.

En mayo de 2009, fui a Los Ángeles en un viaje de trabajo. Se trataba de asistir a un evento anual al que sólo suelen ir los grandes jefes de ciertas empresas, pero ese año, un "gran jefe" no pudo ir y fui yo, una doña nadie. El blog nació sólo como una forma diferente y barata de comunicarme con mi familia y amigos mientras estaba allí, a 9 horas de distancia temporal. Pero luego, le cogí el gustillo y, aunque ya no estoy allí, sino en Madrid, considero que nuestras vidas son unas grandes súper producciones y que yo, al fin y al cabo, sigo siendo una doña nadie en Hollywood.

viernes, 17 de diciembre de 2010

En armonía.

Madrid está colapsado estos días. No solamente las compras de Navidad invaden la ciudad de coches y de tarjetas de crédito andantes. Otro motivo hace que sea imposible transitar por las calles del centro al mediodía o a partir de las 8 de la tarde: las comidas y cenas de empresa.

Afortunadamente, este año yo sólo tengo una pequeñita, íntima, a la que acudirá gente muy de mi agrado y con la que tengo buena y frecuente relación. Pero no se me olvidan las de años anteriores. Esas eran como suelen ser la mayoría.

Esos eventos suelen ser organizados por jefes entusiastas. Jefes que, durante el año, no suelen preocuparse lo más mínimo por un alto porcentaje de sus empleados. De muchos de ellos, ni siquiera conocen sus nombres, pero gracias a sus eficientes secretarias, logran sus direcciones de correo electrónico para enviarles una jovial invitación. Los jefes con familia suelen organizarla un día entre el martes y el jueves. Los solitarios reservan un viernes por la noche. Y cualquier opción, ya sea comida o cena, es mala.

Las comidas de empresa son interminables. Se reserva una mesa gigante y, si llegas tarde, te toca sentarte con un tipo que trabaja en la 4ª planta al que sólo conoces de cruzártelo en el ascensor. Se tarda un horror en decidir el menú y luego, se prolonga con café, copa y puro. Y discurso. Y obligación de discurso a los nuevos, al becario, al que se va, al que ha sido padre... Es como una boda sin novios. Y en lugar de gritar "que se besen", el pesao de turno berrea "que hable, que hable". El jefe es el equivalente al padre de la novia y es frecuente que termine con la corbata anudada a la cabeza, a lo John McEnroe.

A las cinco de la tarde, la mayoría están borrachos. Y las borracheras de siesta son espantosas. Si formas parte del jolgorio, te diviertes, sin duda. Y si no, lo más seguro es que encima seas tan pringado que tengas que volver a la oficina a comerte los marrones que han surgido durante las 3 horas y media de almuerzo. A veces, la fiesta continúa en algún karaoke cercano, lleno de ejecutivos con corbata y ejecutivas con falda tubo y zapato salón, cantando a voz en grito, hombro con hombro, clásicos como "Bailar pegados".

Donde yo trabajaba antes, en los últimos años, había que volver para fichar. Sólo había hora y media justificable para comer, así que se perdió la costumbre de desmadrarse y las comidas eran bastante sosas. Esa es otra opción. Todo el mundo está sobrio y tu jefe intenta ser amable e integrarse, como si fuera uno más. Pero provoca el efecto contrario y el personal está más tieso que una vela, intentando no decir nada fuera de lugar. El intento de quedar bien por parte del jefe, suele fracasar cuando llama Pedro a mi compañero Rodrigo, o cuando le pregunta a Inés qué tal le ha ido en sus recientes vacaciones e Inés contesta que aún no ha podido cogerse un solo día.

La opción cena resulta igual de nefasta. Pero tiene otras posibles salidas, más entretenidas. El jefe suele escoger un sitio que frecuenta. Suele ser su italiano favorito y normalmente lo escoge céntrico. Así le viene bien a todo el mundo. Incluso a Nicolás, que vive en Paracuellos del Jarama, a 25 kms. de Madrid. Pero Nicolás tiene que ir. Todos tienen que ir. Las situaciones de las cenas suelen ser parecidas. Sólo varía que, excepto Nicolás, al que no le ha dado tiempo, el resto se ha vestido con sus mejores galas. Y suele ser divertido ver cómo Jacobo, el de marketing, siempre tan puesto con su corbata y sus castellanos, cuando se relaja usa pantalón de cuero, aunque ya no deba.

Después de la cena, los que viven lejos, los empleados sensatos y los padres felices, suelen retirarse a sus hogares, aliviados y satisfechos por el deber cumplido. El resto, se va de fiesta. Suele acabarse en un garito que conoce uno. El grupo que sale de cena de empresa es fácilmente reconocible. Está formado por gente de edades entre los 25 y los 63, que viste de manera muy variada: un moderno, una marujilla, uno con corbata, una choni, una pija que reniega de serlo, un viejo rockero, una cuarentona que no admite que ha cogido dos tallas, una chica normal, un descamisado... De todo, como en botica. Entonces la borrachera cobra más sentido. Unos beben para olvidar que están ahí y otros beben para ligarse a ese de Cobros que te pone mala, pero te hace caso omiso, o a esa de Compras que te dice "sí, pero no" durante el año.

Sea como sea, el más listo es el que se ha cogido vacaciones desde el día siguiente. Será el único que no tenga que dar la cara. El único que se aprovechará de que cuando vuelva a verles, no se acordarán de lo que pasó esa noche.

No todos los eventos de empresa son así. Hay departamentos realmente bien avenidos. Pero, curiosamente, esos no suelen hacer ninguna celebración fuera de lo corriente. Como en el amor verdadero, no necesitan hacer ostentación para demostrarse que se quieren.

A pesar de todo, hoy en día es una suerte tener una cena de estas características. Es señal inequívoca de que se tiene trabajo.

Felices fiestas de empresa.

----------
Comienzo las vacaciones con talante optimista. Y ¿quién más optimista que Dean Martin cantando al amor con una tarantella?
That's Amore - Dean Martin

No hay comentarios:

Publicar un comentario