De dónde sale esto.

En mayo de 2009, fui a Los Ángeles en un viaje de trabajo. Se trataba de asistir a un evento anual al que sólo suelen ir los grandes jefes de ciertas empresas, pero ese año, un "gran jefe" no pudo ir y fui yo, una doña nadie. El blog nació sólo como una forma diferente y barata de comunicarme con mi familia y amigos mientras estaba allí, a 9 horas de distancia temporal. Pero luego, le cogí el gustillo y, aunque ya no estoy allí, sino en Madrid, considero que nuestras vidas son unas grandes súper producciones y que yo, al fin y al cabo, sigo siendo una doña nadie en Hollywood.

viernes, 8 de noviembre de 2013

No me gusta.

Un día de buen rollito de abril de 2011 escribí una lista de cosas que me gustan muchísimo. Hoy toca escribir la lista de las cosas que no me gustan, porque también es importante tenerlo claro:

Tener frío.
Sudar como un pollo.
El cilantro.
La ropa que pica.
La ropa áspera.
La gente que no sonríe con los ojos.
El victimismo.
La cerrazón mental.
Maná.
El Hormiguero.
El Escorial.
El roce de la arena de la playa en unos vaqueros mojados.
Los perfumes fuertes.
Anatomía de Grey.
El rollito pin-up.
El look pepero.
Los/as guapos/as serios/as.
La Oreja de Van Gogh. Dani Martín. Pablo Alborán. Alejandro Sanz. Nena Daconte. Dani Martín. Amaia Montero. Dani Martín. Dani Martín.
Dos Hombres y Medio.
Es que siempre se ha hecho así.
El café templado.
Mi dedo corazón.
La ducha sin presión.
Los jabones con olor a coco.
Las toallas que no secan.
Los graciosos que se hacen fotos con gesto de "¡mira, soy gracioso!".
Tumblr.
Las faldas a media pierna.
La ropa naranja.
Los anuncios con animales que hacen cosas de persona.
La mayoría de los periodistas futboleros.
La gente que no saluda en el ascensor.
Las escenas en las que el protagonista habla con un extra que no tiene frase y, por tanto, termina hablando SOLO. ¿Hay algo más ridículo?
El gestito de todas las fotos de moda de Laura Ponte.
Dani Martín.
Y Dani Martín.




jueves, 1 de agosto de 2013

Madrileña por el mundo.

     Todos los que me conocen saben que me gusta muchísimo viajar. No por ello me siento especial, desde luego. La mayoría de las cosas que me gustan son bastante comunes: comer (es algo que se me nota en la cara) (y en los muslos), la música (la buena, no como al resto), hacer fotos, tocar etiquetitas de raso, recorrer en yate las Seychelles bañada en Moët Chandon, juntar bolitas de mercurio…

     El caso es que viajo como casi todo el mundo: cuando tengo tiempo y dinero.  Y, claro, he estado en el extranjero. No en todo, pero sí en algunas partes del extranjero. Partes “normales”, nada exótico, aunque sueño con visitar algún día la isla de Tristán de Acuña, el lugar más remoto del planeta. No porque sea bonito, que creo que no lo es, sino sólo por poder decir que he estado allí Y TÚ NO. Que para eso viajo.

     Esos viajes por Europa y Estados Unidos me han servido, además de para perder unas gafas  y un par de aviones que encima no eran míos, sacar alguna que otra conclusión. Todo ello desde mi punto de vista de viajera intrépida a la que le gusta mimetizarse con las vidas extranjeras (los que vayáis a mencionar las fotos de Facebook en las que salgo con dos cámaras, cantimplora y sombrero de paja, os tengo que decir que es la última moda en las capitales europeas y por eso aquí distinguimos tan bien a los guiris, pero ellos son así en su vida normal).

     Lo primero a destacar es que en el extranjero no hay persianas. En algunos sitios usan las contraventanas, que son más bonitas, eso sí. En la Provenza las pintan de vistosos colores. En otros lugares, usan unas cortinas tupidas. Y en las zonas más septentrionales, no ponen más que un visillo. En todos estos casos, la luz se filtra. Y yo me pregunto si es que son seres superiores, con párpados opacos. O si es que somos los únicos equivocados y las persianas en realidad no son tan buena idea. O si detrás de todo ello hay una poderosa empresa fabricante de antifaces.

     Otra cosa que nos diferencia de Europa, por ejemplo, es que no tenemos obsesión por las terrazas. A ver, nos encantan las terracitas que alegremente invaden las aceras de las calles españolas en cuanto sale el sol, pero, al contrario que en el extranjero, nosotros no vemos necesario tenerlas todo el año. Ellos no las quitan nunca y en los meses de frío te colocan una estufa y una manta. ¿Qué quieren demostrar? Nosotros ponemos nuestras terrazas con dignidad. No nos pasa nada por prescindir de ellas en invierno. No tenemos ese tipo de “complejos”.

     En Francia y en otros lugares de Europa te cobran 0,50€ por entrar a algunos baños públicos. Esto, que a priori puede fastidiarnos como españoles, resulta de lo más práctico, porque puedes aliviarte cada pocas manzanas con la seguridad de que el baño está limpio, tiene su papel, su jabón… Es como si en el extranjero tuvieran más presentes las necesidades fisiológicas propias de nuestra especie. O eso, o  retienen menos líquidos. Aquí puedes meterte en un círculo vicioso infinito, porque para hacer pis, tienes que entrar en un bar y consumir. Si consumes, al poco rato tendrás que volver a hacer pis otra vez… O también puedes entrar a El Corte Inglés y aprovechar la “Semana Fantástica” en cualquiera de los 26 días que dura. Y al final no te sale a cuenta. Son más rentables los 50 céntimos.

     Uno de los tópicos más extendidos es que en el extranjero se habla inglés mejor que aquí. Falso. Eso sólo se cumple en los países angloparlantes, lógicamente. En Francia, por ejemplo, no tienen ni idea. Creo que en Europa, sólo salvaría a los países escandinavos. El resto… bueno, se defiende como puede. En la República Checa, por ejemplo, es aún peor, porque no sólo no hablan inglés, sino que fingen que lo saben. También fingen que son simpáticos, por cierto.

     También suele decirse que en Europa comen y cenan prontísimo y que en España somos más libres con estos horarios. Bueno, a ver… en las pequeñas poblaciones europeas es cierto que es muy difícil cenar más tarde de las nueve. En Portree (Escocia), por ejemplo, las cenas comienzan a las cinco y terminan a las ocho. Pero hoy en día, por lo general, se puede comer y cenar a cualquier hora y en cualquier sitio. En eso se han españolizado mucho. De hecho, en Helsinki no hay una hora concreta para comer.  Se come cuando se tiene hambre. Es que son avanzados para todo, la verdad. Podríamos hacer lo mismo con la Nochevieja. Celebrarla cuando nos apetezca  y no cuando lo diga Anne Igartiburu.

     Le he estado dando muchas vueltas a eso de que los alemanes, las suecas, los holandeses o los italianos sean más guapos que nosotros. Yo creo que no lo son. A pesar de que en Budapest me enamoré unas siete veces en un cuarto de hora y que tengo más fotos de alemanes de a pie que de la Puerta de Brandenburgo, creo que esto se debe a que simplemente, no son “lo mismo de todos los días”. Igual que las matrículas norteamericanas nos parecen muy monas y los buzones de correos de Gibraltar nos llaman tanto la atención y en cambio no hacemos ni caso de los nuestros. Nos parecen más guapos porque siempre nos gusta lo que nos resulta más difícil y ya sabemos todas que a un español lo puede tener cualquiera y que si yo ahora mismo no tengo novio ni perrito que me ladre no es porque yo no quiera, sino porque estoy en un momento de mi vida en el que necesito estar sola y encontrarme a mí misma y ya aparecerá alguien cuando menos me lo espere y vete tú a saber dónde está el amor y no se está tan mal soltera. Pero ese es otro asunto.

     Y para acabar, una clara ventaja de España: Zara es más barato. Es una realidad. Podemos permitirnos llevar ropa de mala calidad, pero a su precio justo. O no tan escandaloso.

     En definitiva, viajen ustedes. Viajar empobrece el bolsillo, pero enriquece mucho como persona. Como lémur, no tanto, eso sí.

viernes, 24 de mayo de 2013

Buscando a Jacq's.

- ¡Hola, buenas tardes!

- Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarte? 

- ¿Tienen ustedes hombres?

- ¿Hombres? Huy, no, hija. Están agotados.

- ¿Es que hay mucha demanda?

- No, es que hay poca oferta. Los pocos que llegan, se nos acaban enseguida. Tal vez, el mes próximo...

- Bueno, pues nada. Muchas gracias, ¿eh? Hasta luego...

- Adiós.
________

- Hola, muy buenas.

- Hola.

- Mire, yo quería saber si les queda algún hombre.

- ¿Es para usted?

- Pues sí.

- Y, ¿cómo lo quería?

- Bueno, no sé... simpático, fuerte, inteligente, con carácter... Si pudiera ser, que el coche lo trajera de serie, pero bueno, esto tampoco sería imprescindible...
- Veamos... Sí, bueno, aquí hay uno simpático, con carácter, incluso trae coche... ¡ay! pero... no es muy inteligente. A veces hay que repetirle las cosas varias veces para que las entienda.

- ¿Ah, sí? Bueno, es igual, yo soy muy paciente. He trabajado de niñera ¿sabe?

- ¡Ah, bueno! En ese caso, no tendría problema. ¡Además, trae coche! Concretamente un Renault Clio con elevalunas, cierre centralizado y airbag de pasajero. ¡Está usted de suerte!

- ¡Ah, pues qué bien!

- ¿Y qué talla usa usted?

- Una 44.

- Huy... pues me parece que no va a haber...

- ¿No?

- A ver... No. Sólo nos quedan de la 38 a la 42. Tal vez, en la sección de tallas especiales...

- Pues es una pena, porque el coche es una monada... pero bueno, gracias de todas formas. ¡Hasta luego!
_________

- Hola, buenas tardes.

- Hola, buenas.

- Quería un hombre, pero de los de verdad, ¿eh?

- Muy bien, pero antes tiene que seleccionar las características en esa maquinita y consultar el precio. Luego viene con el ticket y yo se lo doy.

- Gracias. A ver... Aquí tiene el ticket, pero ¿es posible que un hombre me salga por 18.425,99 euros?

- A ver, déjeme ver ese ticket... "simpático, fuerte, culto, que sepa inglés e informática... ¡pero mujer, por Dios! ¿cómo no va a ser caro? ¿¡Ha pedido usted que tenga carácter y personalidad propia!? ¿Usted sabe lo que eso sube el precio? Y, ¿esto? ¿que no le interese el fútbol? ¿y que sea huérfano o que su familia viva lejos? Es que estamos hablando de un ejemplar de lujo... vamos, casi de una serie limitada, ¿eh?

- Ah, pues no sabía yo que fuera tan caro... Es que sólo cuento con un millón y medio, aproximadamente...

- Pues, por ese precio, desde luego, el fútbol tiene que gustarle. Y cuente usted con que tenga familia e incluso, viva con ella ¿eh? De eso, no se libra...

- ¿Y lo de que tenga personalidad propia?

- Bueno, tal vez encuentre alguno que la finja o crea que la tiene, lo que abarataría el coste,
pero, uno que la tenga de verdad... sólo en ejemplares de gama alta.

- ¡Vaya por Dios! Bueno, pues gracias y hasta luego.

- Hasta luego.
_______

- Hola, buenas tardes. Quería saber si tienen hombres.

- Pero ¿de los de verdad?

- Sí, a poder ser.

- No, no nos quedan. Creo que se han agotado. Hace tiempo que los proveedores no mandan nada.

- ¿No? ¡Pues si el otro día vi uno en una peli de la madrugada de La 2!

- ¿Cuál? ¿La de Clark Gable? Huy... esos ya hace tiempo que dejaron de fabricarse, ¿eh?

- Pero ¿cómo es posible? ¡Si eran buenísimos!

- Pues mira, puro marketing. Esos salían muy buenos y duraban años y años, pero a los fabricantes no les conviene, porque venden menos. Pasó igual con una lavadora de mi madre, una Corberó. La compró al casarse y la hemos tirado porque se ha quedado anticuada, pero en todo ese tiempo, ¡ni una avería! En cambio, la que compramos en su lugar, tiene dos años y hemos tenido que repararla ya tres veces...

- ¡Qué barbaridad!

- Sí, desde luego. Así que los que hacen ahora, nada más comprarlos, parecen estupendos, pero al mes o así empiezan a fallar… Unos dejan de ser graciosos y se vuelven pesadísimos, porque a veces se atascan; otros, a causa de una mala conexión en su sistema de seguridad y autoconfianza, comienzan a tomar una actitud de celosos compulsivos; a otros se les bloquea el proceso de decisión y repiten constantemente frases como "sí, cariño, lo que tú quieras, amor, no te enfades, vida…"

- ¿Tan terrible es?

- ¡Uf! Recuerdo que no hace mucho salió una tirada defectuosa. El fallo afectaba a su sistema motriz, por lo que acababan tumbados todo el día en un sofá. Pero este fallo, curiosamente, afectaba a todo el cuerpo excepto a la movilidad del dedo pulgar de la mano derecha y del codo del brazo izquierdo, lo cual les permitía cambiar el canal del televisor con el mando y beberse una cervecita. En el caso de los zurdos, el dedo con movilidad era el de la mano izquierda, claro está.

- Pues muchas gracias por su ayuda. Muy amable. Adiós.

- Adiós, de nada.
_________

- Hola, quería ver los hombres que tienen.

- Sí, le enseño el catálogo. 

- Gracias.

- Mire, en esta sección tenemos el tipo "Ejecutivo". Incluye el modelo "O sea", que trae el Volkswagen Golf de serie; el modelo "Bienvenido al buzón Movistar", con el cual le regalamos un Sony Xperia V LT25i de 32GB; el modelo "Está reunido"... éste está bien, porque no se deja ver mucho y no llega a cansar; y, finalmente, el modelo "Oh, un 3%, qué guay", que resulta algo frío, pero al mismo tiempo, económico.

- ¿Y qué más tipos tiene?

- Últimamente se ha vendido mucho el tipo "Soy la leche". En este grupo, destaca el modelo "Hola, muñeca". Tiene la peculiaridad de que sabe levantar una ceja... Otro es el modelo "Está loca por mí", que ha salido con defecto. Resulta que un fallo en la córnea le produce una cierta distorsión de la realidad y, a veces cree que su mujer le admira y que se siente plenamente feliz a su lado, a la vez que sexualmente satisfecha, lo cual no es cierto, aunque como le digo, ese problema visual le hace creer que sí. El modelo "Espejito, espejito" no está mal, pero puede resultar cargante.

Pasemos al tipo "Macho Ibérico". El modelo "Obrero" va equipado con un software que incluye varios piropos soeces y alguna mirada obscena, según la versión. El modelo "De pelo en pecho" lleva un defecto en la camisa y es que la mitad superior carece de botones y ha de llevarla siempre abierta. Incluye también un kit de medallón de oro y palillo interdental post-almuerzo. También está "Baby Eructitos", que emite gases después de beber y luego se ríe. El tipo "Humilde" no es muy habitual, pero el modelo "No te merezco" se vende bien. Va acompañado del manual "Aprende a decir 'no' sin sentirte culpable", para que pueda evolucionar. Tampoco se vende mal el modelo "Loctite-Supergén", que va siempre contigo… aunque me han dicho que resulta algo pegajoso al final…

- ¡Pues vaya! sí que...¿y no hay más?

- ¡Sí! Está este otro, el tipo "Cary Grant".

- ¿En serio? ¿Cómo es?

- Pues trae 64 GB más de memoria que un tipo normal, proporciones perfectas, diseño exclusivo, un sentido del humor perfectamente configurado, simpatía última generación, personalidad propia, ciertas dosis de ternura, carácter firme y la seguridad del líder europeo.

- ¡Qué maravilla! ¿Y los extras?

- Bueno, odia el fútbol, tiene un coche estupendo, su familia vive a más de 400 km. de distancia mínima garantizada, y un estupendo puesto de trabajo que le da bastante dinero, pero le quita poco tiempo. Y, si paga un poco más, puede conseguir que no copie frases típicas de humoristas televisivos.

- ¡Es un chollo! ¿Y cuánto vale?

- Pues... voy a consultar precios. A ver... ¡oh! debí suponerlo. En realidad se trata de un prototipo que sólo se usa en las comedias románticas norteamericanas… Es decir, es como la espada láser de Luke Skywalker: en la película funciona de maravilla, pero en realidad es de plástico. Digamos que es… realidad virtual. Puro atrezzo.

- Oh, qué pena...

- Bueno, no se desanime. He oído que aún queda un ejemplar igual, sólo que a veces se le escapa un "¿Te das cuén?" El único problema es que vive en una isla cercana a Nueva Zelanda… aunque le tienen en cautiverio, con la esperanza de poder lograr que no llegue a extinguirse la especie… Pero sospechan que es homosexual, así que…

jueves, 31 de enero de 2013

Enamorarse.

"La vida es del color del cristal con que se mira". Para mí, es una de las frases más ciertas de la sabiduría popular. Y la mejor demostración de ello es la primera fase del enamoramiento.

Cuando uno está enamorado y es correspondido, los días parecen más luminosos, todo el mundo corresponde a nuestras sonrisas, odiamos un poco menos a quienes nos hacen la vida difícil y nos sentimos capaces de todo, valientes, seguros... 

Y, en cambio, el mundo sigue siendo igual. Sólo hemos cambiado nosotros.

Tal vez sea buena idea intentar estar constantemente en esa primera fase de enamoramiento. Y enamorarse de un paisaje, de una canción, de un libro... Y no dejar nunca de ser quienes somos cuando estamos enamorados.

----------



jueves, 15 de noviembre de 2012

Esto no funciona.

Esto no funciona. En algún momento entre el 75 y el 95, pareció que sí. Había clase media. Casi todos estudiábamos, casi todos teníamos casa, casi todos veraneábamos, casi todos trabajábamos. Pero, como decía una vieja y sabia canción, todos queremos más.

Y, como los que han estado siempre en el poder (unos u otros) también son "todos", también quieren más. Y nadie le puso puertas al campo. Y de esos barros, vienen estos lodos.

¿Funcionaba, entonces, el sistema, cuando las cosas parecían ir bien? Puede, pero desde luego, no era sostenible. Ni ese, ni lo será ningún otro.

Por eso, es hora de cambiar. Borrón y cuenta nueva. No nos vale lo que había antes. No nos condujo a nada bueno. Así que hay que ir a por otra cosa. Algo que seguramente, nunca ha existido. Algo, que probablemente nadie tenga claro cómo deba ser y algo que, quizás, termine por no ser bueno tampoco, pero lo sabremos por el camino.

Quizás ahora da todo más miedo. Es posible que antes, las revoluciones ya tuvieran un nombre, que las corrientes sociales y económicas estuvieran más claras, ya fueran mejores o peores: comunismo, socialismo, fascismo, capitalismo. Ahora ¿qué nombre tiene? Ahora es todo distinto, porque nosotros, la gente de a pie, tenemos más voz que nunca gracias a los altavoces de las redes sociales.

Es hora de cambiar. Y estamos dando pasos grandes. Creo que ya sabemos lo que no queremos. Ahora tenemos que ponernos de acuerdo en lo que queremos.

No se trata de que haya que estar sufriendo para ver que este cambio es absolutamente necesario, ni para quejarse de la situación. Yo trabajo, no tengo a nadie en paro en mi familia, ni paso penurias para pagar la hipoteca. Pero eso no me ciega en absoluto. Aunque yo, personalmente, no necesite un cambio, no me hace falta quedarme en paro para tener clarísimo que esto, no funciona.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Poco.

Cuatro meses sin ser capaz de escribir una línea aquí. Ni aquí, ni en ningún lado. Cosas como esta demuestran que yo tenía razón cuando decía que no podía dedicarme profesionalmente a la escritura, por mucho que me gustase. Cuando no hay inspiración, no hago demasiado por buscarla y eso es algo que no haría nunca un escritor: sentarse a esperarla.

En estos cuatro meses he hecho un largo viaje al extranjero, he conocido a gente interesante, me han sucedido anécdotas tremendamente curiosas, me he enfadado alguna vez con el mundo, he visto cosas estupendas. He reído muchísimo, he llorado un poco... En definitiva, he vivido. Y nada de eso me ha apetecido contarlo por escrito.

Supongo que, algún día, volveré a hacerlo, cuando una musa me coja de la mano y me traiga aquí. Mientras tanto, lo que tengo que decir, no es más bello que el silencio. O, en este caso, no es más bello que la hoja en blanco.

lunes, 30 de abril de 2012

Gato por liebre.

A no mucho tardar, cumplo 40 años. En este post quiero hablar de la generación de los padres de los que ahora tienen más o menos mi edad. Por supuesto, sólo puedo hablar de lo que conozco, es decir, de personas de un entorno urbano, que no tenían extrema pobreza, ni tampoco nadaban en la abundancia.

Esos padres, no tenían estudios superiores. Muchos, trabajaban en su adolescencia, no para pagarse unas copas o un vestido de última moda, sino para entregar el dinero en casa y colaborar con una economía doméstica mermada por la posguerra. Sus padres vivían en casas de alquiler de renta antigua en las ciudades, o tenían un pequeño patrimonio en sus pueblos natales. Es decir, ayudaban a mantener a sus progenitores y quizás a sus hermanos menores.

Normalmente, esta situación se mantenía hasta que se casaban. Y, al poco de casarse, formaban una familia. Y, así, dejaron de entregar todo el dinero a sus padres y empezaron a dárselo a sus hijos.

Es una generación que ha tenido muy poco tiempo y dinero para ellos mismos. Pero, por otra parte, es probablemente la única generación de clase media que ha podido generar un patrimonio. Y lo hicieron de una manera que hoy en día, parece de ciencia-ficción.

Muchas familias de cuatro miembros se mantenían con un sólo sueldo, con el que pagaban una hipoteca con intereses desorbitados, a plazos máximos de 10 ó 15 años. Sus hijos hemos ido al colegio, hemos pasado vacaciones en la playa, en las que viajábamos en coches humildes, sin aire acondicionado y cargados de maletas, por carreteras de doble sentido. Hemos podido acceder a estudios universitarios y actividades extraescolares. Nos han alimentado con comida casera y hemos disfrutado de una infancia segura, jugando en las calles de nuestros barrios.

Y, nosotros, que gracias a ellos, tenemos una preparación y un respaldo, hemos salido perdiendo. Porque el mundo nos ha dado gato por liebre. Nos lo ha dado y nosotros nos lo hemos comido muy gratamente.

Ellos no tenían alta tecnología en casa. Tampoco compraban ropa todos los meses. No salían cuatro noches a la semana, ni siquiera a hacer botellón. No viajaban al extranjero. La Coca-cola y la Fanta se compraba para los cumpleaños y reuniones familiares. Pero tenían una casa pagada en un tiempo razonable, salían al campo de picnic, tomaban el aperitivo, compraban el periódico, de vez en cuando iban al cine y muchos tenían un trabajo fijo en empresas en las que trabajaron toda su vida, hasta la jubilación. Y, encima, algunos pudieron adquirir un chalet en los alrededores, con el boom de la segunda vivienda de principios de los 80.

Sus esfuerzos, merecieron la pena. Tenían las necesidades básicas cubiertas y algunas cosas más.

Y ahora tenemos el iPhone, una tele plana con un montón de canales, estrenamos a menudo ropa de Zara, H&M o Stradivarius, compramos billetes low cost para visitar Australia, Roma o Nueva York, salimos de copas, hacemos escapadas rurales... Pero muchos no pueden acceder a una vivienda y, los que lo hacen, se encadenan a un banco con letras desorbitadas que acabarán de pagarse en 2040. En las casas afortunadas entran dos sueldos, más bien precarios y ahora ya, temporales, a merced de los designios que marque la empresa de turno. Hoy tienes trabajo, mañana quién sabe.

La sociedad se enriqueció, tal vez, tanto, que ahora sólo nos queda perder.

Puede que nuestros padres tuvieran menos estudios que nosotros, pero seguramente aprendieron más de la vida.