De dónde sale esto.

En mayo de 2009, fui a Los Ángeles en un viaje de trabajo. Se trataba de asistir a un evento anual al que sólo suelen ir los grandes jefes de ciertas empresas, pero ese año, un "gran jefe" no pudo ir y fui yo, una doña nadie. El blog nació sólo como una forma diferente y barata de comunicarme con mi familia y amigos mientras estaba allí, a 9 horas de distancia temporal. Pero luego, le cogí el gustillo y, aunque ya no estoy allí, sino en Madrid, considero que nuestras vidas son unas grandes súper producciones y que yo, al fin y al cabo, sigo siendo una doña nadie en Hollywood.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Orden y caos.

Estoy viendo un curioso documental sobre el orden y el desorden. En él hacen una serie de reflexiones acerca de las ventajas y desventajas de ser ordenado.

"El desorden es parte del orden natural", acaban de decir. Y que el otoño es la estación más desordenada de todas... Mmmmm... bueno. La Naturaleza tiene, sin duda, un orden. Pero el caos también es parte de ese orden...

Sobre las personas, cuentan que el desorden es una señal indudable de personalidad y que la gente desordenada suele tener mejores sueldos que los individuos más pulcros. Me parece mucho decir. En general, me he encontrado con muchos más jefes cuidadosos que desordenados.

Una de las razones que suelen darme para convencerme de que es mucho mejor ser ordenado es que teniéndolo todo bien colocado y guardado se ahorra uno mucho tiempo. ¿Seguro? ¿Y si no fuera así?

Vamos a ver: si yo llego a casa, dejo el bolso colgado en el picaporte de una puerta, el abrigo al pie de una cama, los zapatos en el suelo y el resto de mi ropa, la tiro sobre la silla ¿cuánto he tardado? Unos dos minutos.

En cambio, si entro en casa, meto el bolso en su armario, cuelgo el abrigo en una percha, meto las botas en el zapatero y guardo todas y cada una de las prendas que me quito, dobladas en su estantería (si no hay que echarlas a lavar, que eso sí que es lo más cómodo del mundo), ¿cuánto tardo? Probablemente, no menos de diez minutos. He perdido ocho.

Al día siguiente, si salgo de nuevo, tendré que volver a buscar el bolso en el armario, descolgar el abrigo de la percha, coger los zapatos del zapatero... De la otra forma, "a mi manera", ¡está todo a mano!

En el peor de los casos, si no encuentro algo por mi desorden, ¿qué voy a perder buscándolo? ¿ocho minutos? ¿algo más? El tiempo queda compensado.

No voy a discutir, desde luego, que estéticamente es mucho mejor ser ordenado. Cuando espero visita en casa, lo primero que hago es ordenarlo todo. Y tampoco voy a defender, en absoluto, que ese desorden tenga que conllevar suciedad. Ni hablar. No soporto la suciedad.

Se trata de sentirse a gusto con uno mismo. El que es ordenado no realiza esfuerzos para colocar sus cosas. Lo hace de forma natural, porque se siente feliz así. Los desordenados también lo hacemos de forma natural. Además, solemos tener memoria fotográfica y en nuestro caos también tenemos nuestro orden. Es más... cuando me da por ordenar algo o por colocarlo en su sitio, es cuando no lo encuentro, porque he actuado contra mi propia lógica y luego, me cuesta deducir dónde está. Si yo dejo siempre el bolso colgado del picaporte de una puerta, siempre iré a buscarlo allí.

En fin... los desordenados somos unos incomprendidos. No parecemos lógicos. Bueno, tenemos una lógica diferente, así de simple.

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Hoy, después de este discursito, una canción de "a mí, plin". Una canción que me encanta desde siempre.
Raindrops keep falling on my head - B.J. Thomas

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