De dónde sale esto.

En mayo de 2009, fui a Los Ángeles en un viaje de trabajo. Se trataba de asistir a un evento anual al que sólo suelen ir los grandes jefes de ciertas empresas, pero ese año, un "gran jefe" no pudo ir y fui yo, una doña nadie. El blog nació sólo como una forma diferente y barata de comunicarme con mi familia y amigos mientras estaba allí, a 9 horas de distancia temporal. Pero luego, le cogí el gustillo y, aunque ya no estoy allí, sino en Madrid, considero que nuestras vidas son unas grandes súper producciones y que yo, al fin y al cabo, sigo siendo una doña nadie en Hollywood.

domingo, 23 de mayo de 2010

Felicidades.

Mi padre me habló una vez de una frase de Joaquín Calvo-Sotelo que le gustó mucho: "Nunca le perdonaré a la felicidad no haberme hecho saber que era feliz cuando lo era".

Así que, la mayoría nos damos cuenta de que somos felices, por comparación. Vivimos, tal vez, en un mundo en el que nos es muy difícil reconocer las cosas que no tienen una contraposición, un lado opuesto, un antónimo.

Como me decían en la facultad, en aquella asignatura a la que aún no he logrado encontrarle más utilidad que la de mencionarla para esta ocasión, "no existe señal sin ausencia de señal".

¿No existe la verdad sin la mentira? ¿No existe el trabajo sin el ocio? ¿No existe el caos sin el orden? ¿No existe la felicidad sin la desdicha?

Mi empeño es negarme (a eso le pongo mucho empeño, en general). Cuando estamos tristes, cuando casi todo va mal, cuando nos duele mucho el dedo meñique, no dejamos de decir y de pensar "qué triste estoy, qué mal me va casi todo, cuánto me duele el dedo meñique". En cambio, cuando estamos alegres, cuando casi todo va bien y no nos duele ningún dedo, no decimos nada. No vamos por ahí diciendo: "ay, qué bien me va todo y, además, mi dedo meñique está estupendamente".

¡Pues hay que decirlo! Reivindico la consciencia de la felicidad. Sin pudor. Y, si no se dice en voz alta, hay que decirlo para dentro, para uno mismo. Si las cosas van bien, hay que recordarlo.

Siempre que tengo un fuerte resfriado, me viene a la mente lo bien que estoy cuando no estoy resfriada. Es decir, lo bien que estoy unos 357 días al año. Y sólo lo pienso cuando el dolor de cabeza y la fiebre no me dejan ni pensar.

El problema está cuando pensamos que la felicidad es algo que aún no hemos vivido. Cuando a la felicidad le damos en realidad nombres como el de "vacaciones en Isla Mauricio", "Bentley descapotable", "George Clooney", "el cuerpo de Monica Bellucci a sus 46 años", "el trabajo de Isabel Preysler". Ahí, lo tenemos casi todos un poco chungo. No imposible, pero... chungo.

En nuestra sociedad y en nuestro entorno (si lees esto es que tienes Internet y si tienes acceso a Internet, apuesto a que también tienes acceso a un bocadillo y, por lo tanto, no eres uno de los pobres niños del tercer mundo que se mueren de hambre y no pueden siquiera plantearse si son felices o no lo son), todos somos un poquito felices. En algo. En algún momento. Pues... en esos momentos, digámonos lo felices que somos.

Porque... recordad las sabias palabras de Groucho Marx: "La felicidad está en las pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna..."

3 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho la reflexión y cuanta razón tienes!! Besos Paloma

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  2. Lo ves!!!! Eres una fenómena contando las cosas.
    Y cuanta razón tienes, solo nos damos cuenta de las carencias.....
    Que felicidad tener una amiga asi.
    Muchos besos
    Gema

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  3. Gracias por los comentarios, chicas! Gema, es un gustazo haberte reencontrado (y no sólo por esas cosas que me dices! jajaja).
    Me encanta que comentéis, porque no me gusta "hablar sola". Prefiero que esto se convierta en un diálogo. No es que me resulte especialmente fácil encontrar de qué hablar, pero bueno, haré el esfuerzo más a menudo... Besos!!!

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