De dónde sale esto.

En mayo de 2009, fui a Los Ángeles en un viaje de trabajo. Se trataba de asistir a un evento anual al que sólo suelen ir los grandes jefes de ciertas empresas, pero ese año, un "gran jefe" no pudo ir y fui yo, una doña nadie. El blog nació sólo como una forma diferente y barata de comunicarme con mi familia y amigos mientras estaba allí, a 9 horas de distancia temporal. Pero luego, le cogí el gustillo y, aunque ya no estoy allí, sino en Madrid, considero que nuestras vidas son unas grandes súper producciones y que yo, al fin y al cabo, sigo siendo una doña nadie en Hollywood.

lunes, 31 de mayo de 2010

Conozca a sus vecinos.

Hace unos días, le dije a mi marido que hacía mucho que no coincidía con los vecinos de enfrente. Para mi sorpresa, él me contestó que se habían mudado. Me di cuenta, entonces, de lo poco que sé de mis vecinos. Y sé poco porque, tal vez por desgracia, me preocupo poco por saber de ellos.

En el edificio donde viví hasta cumplir los 30, vivían también un buen número de amigos míos, casi todos de mi edad. Cuando teníamos ocho o nueve años y ya no eran horas de andar jugando por la calle, nos asomábamos todos a la ventana y, por el patio, jugábamos a las "palabras encadenadas", emulando a los concursantes de aquel programa que TVE emitía por aquellos tiempos, "Lápiz y Papel". El edificio tenía diez plantas y cuatro viviendas por cada una. Y yo, conocía a todos mis vecinos.

Ahora vivo en un edificio más pequeño, con siete plantas y catorce viviendas y poco sé de quienes habitan en ellas.

Estos son los datos que he podido recopilar en los 5 años y medio que llevo aquí:

- Mi vecina de arriba es una mujer mayor que vive sola y que tiene un perrito que molesta poco. Lleva años con una depresión y casi no sale de casa, a pesar de que en invierno, pasa un frío espantoso, porque no le llega bien la calefacción. Casi todo esto lo supe el día que vine a vivir aquí, porque el de Telefónica tuvo que subir a su casa a hacer no sé qué y ella me lo contó.

- El vecino del cuarto lleva peluquín. Eso lo sé, porque un día, no recuerdo por qué razón, tuve que llamar a su puerta y me abrió en camiseta y una capa de pegamento puesta sobre su cuero cabelludo desnudo.

- La del segundo tiene demasiados hijos para el tamaño de su casa.

- El del primero es de Galicia y sus hijos adolescentes salen y entran bastante a menudo.

- La vecina del quinto se levanta muy temprano.

- También sé que hay un señor mayor muy educado y agradable con el que me encuentro de vez en cuando... pero no sé en qué piso vive.

Probablemente, sé más del que vive en el ático del edificio de enfrente. Es un chico joven que vive con una novia a la que jamás he visto. Acostumbra a salir a su esplendorosa terraza a hablar por el móvil. Es entonces cuando yo me entero de los pormenores de su vida. Se dedica a traducir obras de teatro, en su perfil de Facebook tiene una foto de Shaquille O'Neal, porque le conoció en Nueva York y le cayó muy bien y tiene un montón de amigos con los que celebra atractivas fiestas en verano.

También hay en el barrio, alguien que tiene unos artilugios colgados en la terraza que, cuando hay brisa, chocan entre sí y producen un sonido similar al del timbre de los tranvías de San Francisco y, lejos de molestarme, me resulta relajante...

Pero no sé nada más. Nadie me pide sal. No dejo a nadie ningún recado... Y no sé si esto me gusta o no. Por un lado, me hace sentir más libre, más independiente, menos obligada. Pero, por otro, me resulta muy extraño pensar que duermo a unos 80 centímetros de mi vecino de al lado y no sé quién es.

Antes, uno de los mayores entretenimientos de la sociedad era charlar, compartir y cotillear con y sobre los vecinos. Tal vez ahora, nuestros vecinos no viven a nuestro lado y hemos sustituido el interés por sus vidas por la de los famosos de la tele o nuestros amigos de las redes sociales.

Todos somos extraños para todos, aunque estemos muy cerca.


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