Y no pude evitar pensar lo cruel que es el ser humano consigo mismo. Ecaterina describía aquella tradición como el que describe una catástrofe natural, como algo inevitable, como una ley inamovible. Como algo que hay que hacer irremediablemente.
Este tipo de cosas no es algo que sólo suceda en los pueblos. Hay tradiciones, costumbres tiránicas en todas partes y en todos los ámbitos de la vida. Todas y cada una de ellas creadas por nosotros. Las reglas de un juego que hay que cumplir para no perder la dignidad, el estatus o simplemente el buen nombre. Una ley no escrita que nos obliga a sentirnos mal si alguien no se acuerda de nuestro cumpleaños, a bombardear al vecino porque no nos entiende y no nos queda otra que matarle, o a trabajar para vivir.
Porque la mayoría de los problemas que tenemos vienen de algo que nosotros mismos hemos creado a través de los siglos. Nos hemos impuesto esta forma de vivir. No ha sido nadie más que nosotros, por más que millones de personas se empeñen en responsabilizar a algún dios de todo esto.
Deshacer este entuerto me parece utópico, porque no tengo mucha fe en nuestra especie. Hemos tenido miles de años para enderezar las cosas y la mayoría no mejoran... Y no nos engañemos: todas las generaciones anteriores, por remotas que parezcan se creían tan avanzadas como nosotros, tecnológica y moralmente. Y todas confiaban en que en un futuro el mundo sería más justo. Pero lo único que cambia es el tipo de injusticia.
Pero como mi naturaleza es irremediablemente optimista, creo que sí podemos cambiar algunas cosas. Seamos nuestros propios dioses y hagámonos felices. Con pequeños gestos, con palabras cariñosas o amables, con una sonrisa. El mundo está lleno de mierda según donde mires... Es importante que esa mierda no la veas cuando te mires a ti mismo.
La ultima frase lo resume todo…
ResponderEliminar