De dónde sale esto.

En mayo de 2009, fui a Los Ángeles en un viaje de trabajo. Se trataba de asistir a un evento anual al que sólo suelen ir los grandes jefes de ciertas empresas, pero ese año, un "gran jefe" no pudo ir y fui yo, una doña nadie. El blog nació sólo como una forma diferente y barata de comunicarme con mi familia y amigos mientras estaba allí, a 9 horas de distancia temporal. Pero luego, le cogí el gustillo y, aunque ya no estoy allí, sino en Madrid, considero que nuestras vidas son unas grandes súper producciones y que yo, al fin y al cabo, sigo siendo una doña nadie en Hollywood.

jueves, 2 de febrero de 2012

Cuidados intensivos.

Siempre he pensado que hay dos tipos de personas: las que se fijan en las cosas y las que se fijan en la gente. Yo soy de las que me fijo en las cosas y, por eso, me pierdo sucesos realmente interesantes.

Ayer, una amiga mía y yo estábamos comiendo en un restaurante. Nuestra mesa estaba junto a un gran ventanal. Afortunadamente, mi amiga es de las que se fijan en la gente y gracias a eso, presenciamos una escena de lo más curiosa.

A través del ventanal, se veía el parking del recinto. Mi amiga me dijo: "Fíjate en esa chica. Ha salido del coche y ha hecho varios estiramientos, como si llegara de hacer un viaje de 600 kilómetros". Yo dije: "Bueno, lo mismo es que efectivamente, acaba de hacerlo".

Seguimos comiendo y charlando y, al rato, mi amiga vuelve a fijar su atención en la chica y me dice: "¡Pero bueno! ¡Se ha quitado la camisa, se ha puesto una cazadora y está limpiando el coche con la camisa!".

Efectivamente, así era. Había cogido su camisa de cuadros, la había retorcido y estaba limpiando el capó y el parabrisas con ella. Desde ese momento, dedicamos toda nuestra atención a seguir sus movimientos.

La chica terminó con el capó y siguió con los faros, las puertas, la parte de atrás... A todo esto hay que decir que el coche estaba ya reluciente cuando la chica llevaba la camisa aún puesta. Estaba quitándole el polvo, pero a conciencia.

Después de un buen rato, cuando acabó su tarea, empezó a observar el coche desde todos los ángulos. Se fue a la ventanilla del conductor y miró el interior a través del cristal. Seguidamente, fue a la ventanilla del copiloto e hizo lo mismo. Volvió a mirar el coche, repasó el capó de nuevo con la camisa y comprobó, una a una, que las cuatro puertas del vehículo estaban bien cerradas. Cuando acabó con la última puerta, repitió la comprobación, en el mismo orden.

Con cierta inseguridad, se alejó del coche, para entrar en el recinto, pero paró, se dio la vuelta y volvió a observar el coche.

Después de esto, con la camisa metida en una bolsa, la chica se fue.

¡Y yo me quedé con unas ganas locas de seguirla! ¡Tenía mil preguntas en mi cabeza! ¿A dónde iría después? ¿De dónde venía? ¿Había hecho un largo viaje? ¿El coche era de alquiler? ¿Tal vez robado? ¿Habría cometido un crimen con el coche? ¿Haría la misma operación siempre que lo aparcaba? ¿Le costaba despedirse del coche? ¿Cuánto tiempo iba a dejar el coche aparcado allí?

Me da rabia no ser del tipo de personas que se fijan en la gente. A pesar de este suceso, sé que seguiré fijándome en las tiendas, las matrículas y el mobiliario urbano. Y quién sabe cuántas historias me estaré perdiendo...

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