Y la reflexión es "qué pequeñajos somos". Pequeñaja soy, aunque tenga sobrepeso. Pequeñaja soy ante la Naturaleza.
Sé que es un tema algo manido, pero hay que pararse a pensarlo un poco...
Resulta que somos la leche. Nos llamamos por teléfono sin usar las manos. Lo de viajar a la Luna ya nos parece tal nimiedad que decidimos que es mucho mejor probar cosas nuevas e ir a Marte. Nos depilamos con láser. Damos a un botoncito y el horno se limpia solo. Las luces pueden encenderse a nuestro paso. Puedo llamar por teléfono a mi persiana para que se baje sola... ¡Somos listísimos!
Pero... un día, la Madre Naturaleza, así, con toda su naturalidad (nunca mejor dicho), desde lo más básico de la Tierra... hace erupcionar un volcán en Islandia, esa isla que está por ahí arriba, por encima de Gran Bretaña, donde se bañan en aguas hirviendo, con -45ºC en el exterior y, hala, el mundo occidental se para. Y el Barça tiene que viajar a Milán en autobús. Pobres.
Porque la Naturaleza puede hacer con nosotros lo que quiera. Tal vez, es su manera de recordarnos que nosotros somos también Naturaleza, por mucho que nos empeñemos en "artificializarlo" todo.
Si te pones a pensar en el follón que hay ahí afuera, en el Universo, con tanto planeta orbitando alrededor de tanta estrella, a unas velocidades impensables, con tanto asteroide suelto, con tanta explosión de supernovas... y nosotros aquí, abajo, centrados en nuestras vidas pequeñajas, haciendo un mundo de una cuenta que no cuadra, de un mensaje que no llega, de una uña que se ha roto...
Nos creemos grandes, poderosos, súper guays... pero somos pequeñajos. Y eso, al contrario de lo que pueda parecer, debería hacernos más felices, porque, total... tanto follón para que venga un volcán y nos pare los pies... ¿no creéis?
No hay comentarios:
Publicar un comentario